Fin de año por todo lo alto

La estancia en La Rioja en el puente de diciembre ha marcado mi pretemporada. En lugares tan emblemáticos como la Cruz de la Demanda, Urkiola o Herrera, recobré el espíritu por los grandes retos y, aunque siempre con cierta calma, comencé a tener muchas más ganas por disfrutar de la bicicleta entre semana, y no ver el entrenamiento como un mero sacrificio tras el trabajo. 

Dividiré este último post referido a 2012 en tres apartados: las etapas por Puertollano, Valencia y Madrid.

Desde el 12 de diciembre he procurado salir entre semana siempre al menos un par de días por Puertollano. He conseguido tener hambre de bicicleta a base de encontrar nuevas rutas, variar las disciplinas y comprobar los resultados.

En diciembre, todas estas rutas fueron con la bicicleta de montaña. En muchas ocasiones acabé iniciándolas por el carril bici paralelo a la carretera de Mestanza. No obstante, siempre evité el asfalto cuando fue posible. Al menos, con el tiempo, parece que ya no soy tan torpe como antaño en caminos con piedras. La Dehesa Boyal, muy cerca del pueblo, es un buen lugar para rodar por sendas entre una extensa pinada. Muy cerca, también se encuentra la clarificadora, próxima al camino que conduce desde Puertollano al cruce con el camino del Puerto del Roble. Entre unas rutas y otras, ha habido multitud de posibilidades, lo cual acaba por conseguir lo que buscaba inicialmente: entretenimiento, diversión, y no caer en la rutina.

En Valencia tuve un par de etapas bastante interesantes. La primera, el estreno del Castell de Beselga con Rodadores. En mi caso, hice una ruta circular con principio y fin en Quart de les Valls. Casi me pierdo por el Camí Vell de Terol hacia Petrés, o al menos esa sensación tuve. Fue bonito volver a compartir ruta con Alejandro, con quien no coincidía desde el Stage de Teruel. No fuimos pocos los esforzados de la ruta que ascendimos hasta allí. Beselga es algo así como un balcón de la Serra Calderona, a tan sólo tres kilómetros de Estivella.

En Navidad, aproveché para realizar otra ruta por la Calderona, esta vez desde Valencia. Fue muy interesante volver a la Cartuja de Porta Coeli, tantos años después. Creo que hacía once años que no iba por allí. Lo recuerdo porque fue la primera etapa de 2002, después de una Nochevieja un tanto peculiar.

Más tarde, aproveché para continuar camino de Canteras, con objeto de desviarme a otra pequeña colina, la Urbanización Monteamor. Otro vestigio de mis tiempos mozos en Valencia. Para colmo, decidí dar una vuelta por la misma, y eso me obligó a ascender alguna rampa extra realmente dura.

Ya de vuelta, camino de Náquera, opté por realizar dos subidas cortas de bastante calado. Otra urbanización, la de Els Trencalls, y la famosa Ermita de Náquera. Por pendientes imposibles no iba a ser. Dicho sea de paso, las vistas del Garbí, y del resto de la vertiente sur de la Calderona, desde Els Trencalls, es espectacular.

Mi año cicloturista concluyó donde suele empezar, en Madrid. El sábado 29 de diciembre me presenté en Miraflores de la Sierra. La Morcuera sería mi puerto 106, una cifra nada desdeñable para un año de ensueño, en el que llegué con mis compañeros de Rodadores a otras cimas míticas, como Galibier, Mont Ventoux, Alpe d'Huez, Croix de Fer, Deux Alpes, Veleta... o en solitario, a otras tantas, como Lagunas de Neila, Urkiola, Cruz de la Demanda, Balcón de la Rioja... Pues bien, faltaba en esta ocasión algún puerto de la Sierra de Guadarrama, y La Morcuera fue el elegido.

Pese al lógico riesgo de pasar mucho frío en esta época, merece la pena. De hecho, no era el único loco. Pocos descerebrados había como yo, pero alguno sí. A medida que vas ganando altitud y llegas a la nieve, se justifica cualquier sensación de penuria térmica. El paisaje bucólico de la Sierra de Guadarrama cubierta de nieve es una de las maravillas que tengo el gusto de presenciar sobre la bicicleta. No fue una subida más, se trató de otra imborrable huella de la faceta turística del ciclismo en la temporada 2012.

Por último, el 30 de diciembre di el carpetazo definitivo al fabuloso año ciclista 2012. Esta vez, otra vez con mi Ghost, la ruta transcurrió por la Casa de Campo de Madrid. Es fenomenal pasear por allí. Lo había hecho en una ocasión el año anterior, pero con la bicicleta de carretera. Con la bicicleta de montaña existen muchas más alternativas, y se disfruta mucho más de este gran pulmón de la capital. Si bien no me gusta para nada el tráfico por esta ciudad, cierto es también que es un auténtico lujo disponer de semejante enclavamiento para gozar de paseos en bicicleta, correr a pie, o simplemente caminar. Siento envidia sana de esto último. Al final, después de todo, acabé el año en el Lago, recibiendo un mensaje de Pere. El Valencia Basket estaba jugando un gran partido. Y yo, a cientos de kilómetros, me alegraba de ello, tras una fantástica etapa que sirvió de broche de oro a una temporada para enmarcar.