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Venta del Aire y Chelva; etapas míticas alrededor de la excursión a Ademuz

12 - Junio - 2012 en cicloturismo

Crónica de la aventura por Venta del Aire con Carol y Moiso (¡volvió al ciclismo 11 meses después!) y de una espectacular etapa por Chelva con ascensión al Remedio.


En ocasiones, no esperas nada especial de la vida y lo acabas encontrando. Algo así ocurrió el jueves pasado. Anduve durante la semana con dudas. ¿De puente o un fin de semana al uso? Tras superar unos problemas de salud que ya fueron comentados en el capítulo anterior, como consecuencia de la sed brutal al paso por Pedralba en la etapa del último sábado;  me decidí finalmente por acudir a Valencia.

 

Dos semanas antes de la Quebrantahuesos, ¿qué mejor que afinar la puesta a punto con tres etapas entre lo bucólico y el misticismo? El sábado estaba prevista la excursión a Ademuz. Así fue. El jueves quedé con Carol y con Moiso para realizar la etapa de Albentosa del año pasado, desde Venta del Aire. El domingo, aún hubo más. Una etapa en solitario por carreteras secundarias entre Chelva y Calles, por parajes imposibles, rampas de infarto, y un colofón sinigual: el majestuoso Remedio.

 

Este capítulo va a tratar acerca de las etapas del jueves y el domingo. Dejo aparcada a propósito la excursión del sábado a Ademuz. Por su importancia, merece una crónica especial, que estará disponible esta misma semana.

 

Sonó el despertador de nuevo con tan sólo cuatro horas de sueño en Valencia. Raudo y veloz, me dispuse a prepararme rápido. Carol estaría esperando en cuestión de muy poco. Más tarde, nos reuniríamos con Moiso. Juntos fuimos a Venta del Aire, muy cerquita de Albentosa, población muy ligada a nuestra peña en los últimos años.

 

Esta vez mi Specialized estaba dormidita, con su nuevo mecánico. Necesitaba un cambio de dirección, y de taller, dicho sea de paso. Como la ocasión era bastante dada a la nostalgia, no quedaba mal recuperar esa Zeus blanca que guardo para estas citas. Lo mejor de todo era el retorno de un mito. Ya sabéis que uno tiene sus debilidades, y no las esconde. Moiso es uno de los tíos más grandes que he conocido. Desde luego, en la bici, es un fuera de serie. Si ahora hay tanta gente que se plantea hacer tantas cosas es, en gran parte, gracias a que él y Diego se pusieron manos a la obra, y juntos pudimos contar batallas tales como alguna que otra brevet, marchas varias y, sobre todo, aquella mítica Quebrantahuesos de 2010. Ese día no era apto para cobardes precisamente…

 

Pues bien, después de casi once meses de inactividad ciclista, el bueno de Moiso se enfundó una equipación que le dejé (no estaba nada preparado esto de quedar), y se dispuso a tomar parte en una etapita sin apenas importancia. 98 kilómetros con 1600 metros de desnivel. ¡Lo ideal para empezar! Yo me declaro totalmente incapaz de hacer eso sin un entrenamiento adecuado. Ya se sabe, Moiso es un portento.

 

Salimos de Venta del Aire. Los primeros kilómetros son bastante favorables, hasta llegar a Olba. Carol estaba encantada con la idea de rodar con esa tranquilidad. Razón tenía la xiqueta. Apenas nos cruzamos coches. Es todo un lujo salir por una zona tan bella y tan segura.

 

Ya en Olba, nos llegaron los primeros recuerdos de un Chevi que cimentaba su triunfo en la Montaña de 2012 en esa misma etapa hace un año; y de un Fernando II que comenzaba a consagrarse como el gran escalador inquieto que es. 5.3 kilómetros al 5.8% de media, con las principales rampas al inicio del puerto, nos dejaron claro que estábamos ante una etapa de nivel.

 

Continuamos la marcha, camino de Zucaina. No había prisa. Turismo puro y duro. Daba gusto. Antes, pasamos por el pueblo de Cortes de Arenoso, conocido por su agua… No hace falta que diga que probamos todas y cada una de las fuentes de la zona. Esta vez eran mucho mejores y saludables que las de la etapa del sábado anterior. Hasta llegar a la Loma del Zorro (puerto de Cortes de Arenoso), anduvimos 8.7 kms al 3.7%. Tendido, pero peleón.

 

Ya en Zucaina, nos dimos un merecido homenaje en un bar en el que, por supuesto, éramos los únicos clientes. Jueves, en un pueblo solitario de Teruel… ¡Todo era para nosotros! Dicho sea de paso, nos atendieron de lujo.

Nos dispusimos a hacer uno de los descensos más fascinantes que existen en nuestra geografía. No quiero imaginarme cómo transitaron por esta carretera Dani y Moiso cuando fueron a diseñar la etapa el año pasado.

 

En Montanejos, asistimos a lo mejor del día. Son las cosas que tienen los genios. Son los pequeños lujos que sólo se puede permitir uno cuando va en compañía reducida. A Moiso (el genio) se le ocurrió sugerir que el agua del río Mijares estaría muy fresquita, y que vendría bien tomar un lapso para el refrigerio, en un día en el que el calor acompañaba. No lo dudamos, y bajamos… Era como cuando se hacían estas pequeñas locuras con los amiguetes del pueblo. Por eso me gustó tanto esa etapa. No se trataba de entrenar, ni de nada… ¡Sólo de divertirse! A la antiquísima usanza. Ni velocidades medias, ni pulsómetros, ni cadencias, ni nada… Como diría Pepu Hernández (hizo famosa la expresión “BA-LON-CES-TO” tras ganar España el Mundial), esto fue cuestión de A-MI-GOS y de DI-VER-SIÓN. Ni qué decir tiene que probamos la resistencia al agua de río de los culottes de Meta2Mil. Por supuesto, Moiso nos mostró sus dotes de homo Benicalapensus, tirándose de una roca con el estilo que le caracteriza.

 

 

 

Después de la horita de descanso, nos despedimos de Montanejos rumbo a Olba, no sin pasar antes por el embalse. Lo cierto es que las postales visuales que se van sucediendo en la etapa son preciosas. El año pasado ya lo presenciamos, pero quería darle el gustazo a mis retinas de volver por allí.

 

 

Pasado Olba, nos acordamos de nuevo de los ataques de Chevi, y las remontadas de Moiso, dicho sea de paso. El puerto desde Olba hasta casi el final, pasando por distintas aldeas, es de cierta entidad, sobre todo a esas alturas de la película. Tras los toboganes anteriores, la última parte tiene unos 2.6 kms al 6.2% de pendiente media.

 

Moiso dio una lección de pundonor y de clase. Cualquiera no habría acabado una etapa así después de once meses sin tocar la bici. Pero su caso es diferente. Hablamos de un superclase. Y Carol… ¿qué decir tiene? Otra que tal anda. Con un poco de suerte, va a ser la siguiente personita que llegue a la cima del Veleta perteneciente a Rodadores. Hasta ahora, sólo José Luis y yo podemos contarlo. ¡Merece la pena!

 

Después del puerto, acabamos la etapa llegando a Venta del Aire y, por supuesto, como no podía ser de otra manera, tomándonos algo en un restaurante. ¡Gran día!

 

El sábado, en Ademuz, lo dicho. Haré una crónica aparte para la ocasión. Probablemente mañana miércoles.

 

El domingo hice otra de esas etapas que me apetecían muchísimo. Ya con mi Specialized, bajé de Chelva a Calles, y volví por una carretera que sólo conocemos “los de la zona”. Primero fui a La Puente Alta, un precioso cañón sobre el río Turia, situado al sur de Calles. ¡Brutal! El paisaje recuerda a la etapa de la semana anterior, por Chulilla. No hace falta que diga que me encanta. Para colmo, las dos vertientes del puerto son muy interesantes. Pequeñito pero matón. 2.5 kilómetros al 5% y 2.8 kilómetros al 5.7% al norte y al sur respectivamente.

 

Después, me dirigí a Chelva por la Ermita de San Cristóbal, subiendo Los Aljezares. El perfil es engañoso. Si digo que son 3.5 kilómetros al 3.9%, pensaréis que es cosa de poco. Si digo que la carretera tiene campos magnéticos, de ésos que cita Perico, y hay rampas en el último tramo que sobrepasan el 10%, la cosa cambia. Hacía siglos que no pasaba por allí.

 

Después del descenso al río Chelva, o Tuéjar, según sea el pueblo de quien lo nombre (¡será por chovinistas en este mundo!), continué por la subida del Convento, hasta llegar a la carretera principal. 1.35 kilómetros al 4.9% bien se asemejan a la Dehesa de la Villa en Madrid, por ejemplo. Recuerdo que hace años solía comenzar por allí mi temporada, con una bicicleta antiquísima. Entre la falta de forma después de no salir en invierno, y el frío que suele hacer por allí, alguna vez se me atragantó un poquito. Dicho sea de paso, me acordé de mi abuelo. No lo nombro mucho por aquí, pero muchas veces pienso que hay algún gen oculto que hizo que nos pareciéramos mucho. Él ya hacía locuras con la bicicleta hace… ¿ochenta años quizás? Y sí, también le gustaba mucho la música.

 

Ya en el pueblo, paré un momento en el abrevadero. Resulta que el agua de la fuente del asilo ha pasado de ser una maravilla a ser literalmente pésima. ¡Habráse visto! Total, que pasé de tener esa porquería en mis botellines, a degustar una delicatesen, o al menos eso parecía. Del Remedio poco voy a contar que no haya dicho ya. Subí de paseo, o como buenamente pude. Como colofón a tres jornadas tan interesantes, no estuvo nada mal. En cuestión de cuatro días, acumulé en tres etapas 4800 metros de desnivel. 

 

El descenso fue un descanso merecido. Llegaba a Chelva. Llegaba a casa. Acababa la semana fantástica del excursionismo y el entrenamiento. Comenzaba el período de descanso activo previo a los dos grandes retos más próximos. La Quebrantahuesos y la Subida al Veleta están a la vuelta de la esquina. ¿Los Alpes? Sí, también. ¡Menudo añito!


Última actualización 12/06/2012 23:48:07


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