Descubriendo ascensiones en La Rioja y Burgos
19 - Mayo - 2015
Crónica de Pazuengos, Escóbados de Arriba, La Rasa, Sancho Leza y Piqueras.
23 de agosto. Hoy la etapa es de lo más esperpéntica. Anoche apuré demasiado el depósito de gasoil de mi coche y no vi ni una dichosa gasolinera abierta a mi paso. Como no me atrevo a moverlo, ni tan siquiera para cinco kilómetros (quizás exagero en mi nivel de alerta, pero lo prefiero) opto por ir provisto de una mochila a una estación de servicio cercana, en Casalarreina, donde mi buen amigo y compañero (un joven muy apañado de Santo Domingo de la Calzada) me proporciona una garrafa cargada de combustible que llevaré a continuación a mis espaldas en una escena de lo más kafkiana. C'est la vie.
Con el vehículo ya en condiciones, me desplazo a continuación a la tierra del expendedor, para afrontar una ascensión a un puerto que me encanta: Pazuengos. Hay quien dice que es una recta muy larga. A mí me gusta. Carretera a la antigua usanza. Hermano pequeño de los grandes puertos del mismo valle (Bonicaparra, Valdezcaray, Cruz de la Demanda). Quizá por eso le tengo tanto cariño. Con sus 8'6 kilómetros al 4'7% de pendiente media y rampas del 12%, se trata de un puerto de dureza apreciable, aunque para nada sea extrema.
Vine por primera vez en el mes de abril. No será ésta la última, sino simplemente la segunda de muchas otras más.
24 de agosto. Siguiendo la tónica de ayer, ando buscando otros puertos relativamente cercanos a Cihuri que no haya ascendido nunca. Si no son especialmente duros, me da igual. No necesito rampas imposibles, más bien parajes nuevos y evocadores. En ese aspecto, la comarca de La Bureba en Burgos es una apuesta segura. Así pues, me desplazo a Salas de Bureba, con objeto de ir a Escóbados de Arriba, no sin antes visitar Rucandio. Carreteras perdidas de la mano de Dios, con circulación de vehículos más bien anecdótica. Es algo así como estar perdido en un documental de La 2. Se trata de un puerto muy tendido, de 10'6 kilómetros al 2'6% con una pendiente máxima del 10%. No destaca por su dureza, pero no deja a nadie indiferente. Algo así me ocurre con la comarca de Las Merindades en esta misma provincia, o con el Rincón de Ademuz, en Valencia, por ejemplo.
25 de agosto. Uno de mis retos del año consiste en completar la ascensión de aquellos puertos catalogados como CIMA que aún tengo pendientes en la Comunidad de La Rioja. Me hace mucha ilusión. Quienes me conocen saben de sobra que pese a que no entienda de fronteras, siento un gran amor por mi tierra y, si en algún otro lugar me siento como en casa, Soria y La Rioja son desde luego la respuesta. Quizá ambas tengan más mérito al fin y al cabo que mi Valencia natal, puesto que a ellas las he elegido yo. Pues bien, hoy me desplazo a la zona más oriental, alejada de Cihuri. Desde Jalón de Cameros voy a afrontar tres puertos de montaña de enjundia: La Rasa, Sancho Leza y Piqueras. Después de esto, sólo me quedarán Las Viniegras.
La Rasa: 9´9 kilómetros al 5'3% y una pendiente máxima del 12%. Desde Jalón de Cameros tomo el desvío a la derecha hacia Muro, con unos kilómetros iniciales al 7% que no desmerecen en absoulto a los mejores puertos. Cierto es que en general el paisaje es más abierto y más árido que los frondosos bosques que te envuelven en otros rincones de La Rioja. Me tomo todo con suma tranquilidad. La jornada promete ser larga y exigente. Como curiosidad, en el desncenso hacia Jalón de Cameros veo interrumpida mi marcha por un pelotón de unas doscientas vacas, y les aseguro que no exagero en absoluto. Decido no desesperarme, aunque parece que no piensan alejarse de la calzada por nada del mundo. De hecho, están haciendo el mismo recorrido que yo. ¿Estarán también inscritas en el RETO CIMA? Por suerte, me adelanta el todoterreno del ganadero, y se abre paso entre la manada. Inconscientemente, me pongo a rueda del ganadero, que achucha a las vacas a varazos sobre el coche (no se vayan ustedes a asustar) y a gritos. Las vacas deben estar extrañadas por la presencia de un ser nada habitual. ¡Este tío con mallas ajustadas no tiene pinta de ganadero!, pensarán. Por un momento, me veo literalmente rodeado de ganado bovino. Es una sensación muy extraña. Aunque realmente no tenga la impresión de estarme jugando la vida, es algo que jamás habría imaginado hacer. Al fin, el ganadero avanza y todo queda en una divertida anécdota.
Durante el descenso, sale volando disparada la cámara de vídeo que llevo presuntamente bien cogida al manillar. Mal menor. Últimamente relativizo cada vez estos incidentes. No me ha pasado nada, y he disfrutado de un gran día de ciclismo. Ya en San Andrés, trato de hidratarme al máximo, aunque no por ello vaya a evitar padecer un pequeño golpe de calor que tendrá sus consecuencias más adelante, aunque sean más bien anecdóticas.
Como no podía ser de otra manera, a la vuelta un águila permanece de pie en medio de la carretera nacional, como diciendo que ése es su sitio. Hasta que no decide partir de su morada, no puedo continuar el camino. Afortunadamente, este suceso es más breve que los de las vacas y las ovejas en Jalón de Cameros. Cosas que pasan. Bendito mundo rural.