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Viaje a Dolomitas 2014

Increíble viaje a los dolomitas por los miembros de la peña con el fin de participar en la Maratona.

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Viaje a Dolomitas 2014: la fascinación por lo indescriptible. (9ª parte) - Fin de la aventura

3 - Marzo - 2015 


En el momento de partir del Lago Misurina ya sé que la aventura ha terminado. Como he comentado en capítulos anteriores, me he presentado en el país transalpino como un deportista fuera de forma recién salido de una lesión y sin entrenamiento tras la misma, precisamente ante su gran acontecimiento del año. Al menos he salvado los muebles, pienso. Hace un mes, en Ochagavía, antes de participar en la Irati Xtrem, no sabía si iba a poder ascender el puerto de Jaurrieta. Con el impulso propio, porque a testarudo no me gana nadie, y con la ayuda de familia y amigos (en la acepción más estricta de la palabra, cuyo significado no se regala a cualquiera) he logrado llegar hasta aquí. Cuando apenas sabía si iba a poder montar en la bicicleta en el garaje donde se alojaba mi Specialized en Navarra, debería dar gracias a Dios, si es que el Todopoderoso existe, por llegar a conquistar las fascinantes aventuras de la Irati Xtrem y de la Maratona dles Dolomites en un lapso de un mes. Si no existe, habría que inventarlo, aunque sea para agradecerle que a todo esto le he sumado la ascensión de Tre Cime di Lavaredo. Eso sí, no pidamos más milagros. Además, dicen que para eso hay que ir a Lourdes, y allí estuvimos en 2013, pero no es el caso de éste.

Creo que en otras circunstancias estoy capacitado para afrontar con garantías la hazaña de coronar Zoncolan y Crostis. No es prepotencia; no creo que la necesite a estas alturas de la vida. No soy el mejor escalador del mundo, pero dispongo de potencia, ganas y capacidad de sacrificio para poder hacerlo. Si pude con Castríos, ya nada me da miedo. Pero señores, los milagros no ocurren cada día, y sólo conozco a Alberto Contador como ciclista que resurge de sus cenizas de tal manera que no sólo acaba haciéndolo bien sino ganando. No doy para tanto. Podría afrontar una Marmolada, por ejemplo, pero un puerto extremo como el Zoncolan...

Sin embargo, es tal la ilusión de Miguel Ángel que decido no importunar. Lleva todo el año preparando esta cita, y lo último que quiero es que mi lesión afecte a alguien que no sea yo. Él no tiene la culpa de mi infortunio, y además me ha ayudado mucho a completar los tres retos antes citados, así como la Brevet 300 de Massamagrell este mismo año. No puedo ser tan egoísta de proponerle otra cosa. Así pues, no discuto ni un momento, ni vacilo en la decisión de acudir a Ovaro, en la región de Udine, camino de Venezia. Aparcamos en Liariis, pequeño pueblo que se encuentra en el segundo kilómetro del Zoncolan. Al menos, voy a conocer el terreno para cuando regrese en otro momento con una dosis mayor de suerte, salud y fuerzas, ingredientes imprescindibles ante un reto de semejante magnitud.

Me visto con el maillot de Rodadores en 2000, año en el que entré en mi club de toda la vida, aunque la distancia nos separe. Miguel Ángel ha venido para superar el reto. Yo, para conocerlo. No puedo más, ni tampoco se me puede pedir. Además, tampoco tengo la menor intención de recurrir a algo que vaya más allá de la épica. Tengo la fortuna de estar con mi padre en plenos Dolomitas. Entre arrastrarme por el asfalto sobremanera o pasar con él un buen rato, tengo muy clara mi opción preferida.





Así pues, vamos a ello. Descendemos de Liariis a Ovaro para realizar la subida al Zoncolan desde su base, con arco de inicio incluido. Exhibición de testiculina por ambas partes. Subimos a Liariis de nuevo, juntos, dejando a ambos lados vestigios del Giro de Italia, carrera que ha pasado recientemente por aquí. Pufff... ¿dicen que esto es lo fácil? De hecho, lo es. A partir de Liariis, el Zoncolan es sencillamente una apisonadora que te machaca. Otros puertos tienen una pendiente máxima mayor, pero no conozco otro en el que sea tan sencillamente imposible encontrar un descanso. Mina tus paciencias, tus fuerzas. O estás a tope, o no lo subes. Y bien, evidentemente, no puedo llegar hasta arriba. Podría, ya digo, si no prefiriera quedarme con mi padre a pasear por los bellos prados transalpinos antes que arrastrarme llevando mi cuerpo al límite con riesgo de caerme por no tener fuerzas suficientes para mantenerme en pie. El sabor de boca es agridulce. Llego hasta una curva con una fotografía del gran Federico Martín Bahamontes. Ahí me quedo. Papá, vamos a pasear. Este año, esto no es para mí, bastante he hecho.



Miguel Ángel, por supuesto, consigue su objetivo. Es un fuera de serie. Admirable. Hacer Maratona dles Dolomites y subir Tre Cime de Lavaredo, Zoncolan y Crostis en un par de días es algo impresionante. Cada vez soy menos mitómano. A veces, hay que buscar esos mitos en gente de a pie. Hoy, Miguel Ángel ha pasado a serlo.






Yo aprovecho para pasear con mi padre, para disfrutar del viaje de otra manera, con la visión de alguien que ya no está para locuras, con otras responsabilidades en la vida, y con la ilusión de machacar al gigante en la próxima ocasión que se presente ante mí.



Por la noche, Miguel Ángel está reventado, como no puede ser de otra manera. Desmontamos las bicicletas y las metemos de nuevo en nuestras maletas en un aparcamiento situado entre Ovaro y Liariis. Es allí cuando el sabor agridulce de la subida al Zoncolan se hace cada vez más tierno y agradable. Vaya cojones tienes, atreverte a afrontarlo en tu situación es todo un ejemplo de valentía, me dice Miguel Ángel. No sé si tiene razón o no, pero me sube el ánimo.

Ya en la furgocaravana, viajamos a Venezia. Estamos relativamente cerca de la autopista. Paramos en un área de servicio para llamar a la familia y comprar algún regalo más. Llegar a la ciudad de Rodolfo Valentino pasadas las doce de la noche con una furgocaravana preguntando a los transeúntes dónde se puede aparcar después de pegarnos la paliza de tres días de viajes y experiencias inolvidables con la bicicleta no tiene precio.

Volvemos a dormir cuatro horas para poder ver la ciudad. Yo ya estuve hace años con la que sigue siendo mi amada. Ahí fue más romántico. Ahora parecemos japoneses que visitan a deshoras San Marco, con la ventaja de que es tan pronto que todo está casi vacío. Miguel Ángel muestra su lado humano durmiéndose en el vaporetto, lo que viene a ser un tranvía al uso veneciano. ¡Es humano!





Viaje de vuelta desde Treviso a Valencia. También en primera fila, con la misma compañía y con las mismas azafatas. Llegamos a la capital del Turia. Desde el cielo, vemos las montañas por las que solemos disfrutar cada fin de semana. No son los Dolomitas, pero también nos agradan. ¡Qué grande es el ciclismo!

PD: Esta crónica va dedicada a Marco Pantani, Il Pirata, uno de los ciclistas más grandes que ha habido en muchas décadas. Gracias a sus gestas, algunos locos como Miguel Ángel y yo podemos disfrutar de cosas parecidas a pequeñísima escala pero que nos hacen sentir enormes por momentos. Grazie mile.


Última actualización 04/03/2015 1:54:22

  1. 1. Viaje a Dolomitas 2014: la fascinación por lo indescriptible. (1ª parte)
  2. 2. Viaje a Dolomitas 2014: la fascinación por lo indescriptible. (2ª parte)
  3. 3. Viaje a Dolomitas 2014: la fascinación por lo indescriptible. (3ª parte)
  4. 4. Viaje a Dolomitas 2014: la fascinación por lo indescriptible. (4ª parte)
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