Una vez finalizada la Maratona dles Dolomites, habiendo encontrado al fin a Miguel Ángel, sólo queda encontrar a mi padre. Dado que ayer no nos aclaramos demasiado con la planificación de la ruta, estimamos una hora de llegada bastante posterior a la real, por lo que dependemos de una cobertura inexistente del teléfono móvil. En definitiva, paciencia y a esperar. Nos recorremos Corvara Alta Badia en alguna que otra ocasión. Bajo la lluvia, esa misma con la que habían amenazado los señores del tiempo, nos cobijamos bajo cualquier árbol de vez en cuando. Realizamos alguna que otra vez el recorrido entre nuestra furgocaravana y el pueblo, el mismo en el que he echado una cabezadita horas atrás mientras esperaba la llegada de mi compañero. Por fin, entre la espesa lluvia, aparece mi padre. Por una parte, me quedo mucho más tranquilo. Por otra, ¡al fin podemos entrar en la caravana!


Dado que estamos razonablemente descansados después de la marcha, a pesar del esfuerzo, decidimos aprovechar nuestro hotel ambulante para ducharnos con avidez, si bien no con suma destreza, puesto que no acertamos con el agua caliente. Razón de más para cantar al Dios de la lluvia en un día tan propicio para ello. Inmediatamente después de los gorgoritos a medio camino entre la canción ligera y el punk más desenfadado, partimos rumbo a nuestro nuevo destino: el Lago Misurina.

Abandonamos con cierta nostalgia Corvara Alta Badia, un emplazamiento bucólico que por siempre nos traerá unos recuerdos siniguales, relativos a nuestra participación en la que muy probablemente es la mejor marcha cicloturista del mundo. Esa nostalgia no significa melancolía, sino que se transforma en la esperanza y firme decisión de volver algún día.

Nuestra furgocaravana transita a velocidades relativamente bajas. Las carreteras dolomíticas no invitan a correr, menos si cabe cuando deseas disfrutar del paisaje y conduces un vehículo catalogado como turismo pero que en la práctica es más bien pesado. Realizamos el camino inverso al final de la Maratona, para acabar en un museo de la Primera Guerra Mundial, muy próximo a la cima del Passo di Falzarego. Es importante conservar los vestigios de antiguos despropósitos para concienzarse de que jamás deben volver a ocurrir.
Continuamos nuestra marcha en dirección al Lago Misurina. En esta ocasión, descendemos Falzarego por la cara que ha ascendido hace unas horas Miguel Ángel. La noche cae, pero nuestra ilusión continúa. Sabemos que nos aproximamos al Paraíso. Un servidor, consciente de sus limitaciones físicas como consecuencia de los problemas de salud padecidos en el último mes, sabe que es imposible acometer el reto que Miguel Ángel tiene por delante. Preferiría combinar Tres Cimas de Lavaredo con la Marmolada o San Pellegrino, pero es tal la ilusión de mi compañero y tanto se ha preparado durante todo el año su batalla contra sí mismo en Zoncolan y Crostis, que me resulta inapropiado proponer ningún cambio. Disfruta de las Tres Cimas, me digo, y ya volverás en otra ocasión, muy pronto, a atacar todo cuando te dejes pendiente ahora.

Por fin, casi en medio de la oscuridad, llegamos al precioso Lago Misurina. Es alucinante divisar sus 2.6 kilómetros de perímetro, a 1754 metros de altitud, a los pies de uno de los paisajes más bellos que la mente humana puede alcanzar a imaginar. Aparcamos en una explanada junto al lago. Dadas las horas que son, decidimos no entretenernos demasiado en tratar de ver algo que podremos degustar con nuestros propios ojos en cuanto despertemos, por lo que rápidamente nos dirigimos a un Ristorante Pizzeria ubicado junto a la furgocaravana. La cosa no promete demasiado. Queremos comer y punto. Sin embargo, debo reconocer que pasamos una velada maravillosa, ya no sólo por la grata compañía de los tres expedicionarios, sino también por la gentil amabilidad de la camarera, quien tiene la curiosa cualidad de parecer la hermana pequeña de Scarlett Johansson, sin exagerar. Quizá de este modo, con la alentadora ilusión de conocer a la chica que bautizamos como Escalata Giacomo, algún que otro compañero soltero se aventure a participar en una próxima cita con los Dolomitas. Dicho sea de paso, es más fácil que acabe charlando con su madre. Risas no van a faltar.

Tras pagar la cuenta, nos dirigimos de nuevo a nuestra furgocaravana. Es hora de descansar. Hemos amanecido en Corvara Alta Badia, hemos participado en la Maratona dles Dolomites, hemos visitado lugares donde tuvieron lugar crueles batallas de la Primera Guerra Mundial y hemos acabado cenando con la hermana pequeña de Scarlett Johansson en la orilla de un lago que cautiva a cualquiera. ¿Alguien da más? Desde luego, no es un día cualquiera. Empero, mañana puede ser aún mejor. La ascensión a Tre Cime di Lavaredo promete ser sencillamente fascinante.