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Desierto de las Palmas, primera gran etapa reina de la temporada

Crónica de la primera etapa reina de UC Rodadores en 2014.

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Desierto de las Palmas, primera gran etapa reina de la temporada (1ª parte)

7 - Mayo - 2014 en cicloturismo

Crónica de la primera etapa reina. Primera parte: Desde el Desierto de las Palmas hasta Benlloch.


Llevaba tiempo madurando esta etapa. Entre consultas en páginas web especializadas, conversaciones con compañeros, y tres visitas a distintos puntos del trazado para conocerlo tramo a tramo; finalmente concreté el diseño de una jornada que intentaba tener los ingredientes adecuados para constituir una etapa reina adecuada para la época en la que se iba a celebrar: cuatro puertos de montaña no recorridos hasta la fecha por Rodadores, llámense Mas de la Costa - Cabanes, Serratella, Bandereta y Desierto de las Palmas, cada uno de ellos con sus particularidades; tramos llanos entre los mismos que hicieran factible la ruta para "todos los públicos", huyendo de durezas extremas; y colofón opcional final con una subida al Monte Bartolo tremendamente exigente, para que los más atrevidos no se quedaran con las ganas de más. Con esa idea nació esta aventura. Después de todo, creo que se cumplieron las expectactivas.

 

12 de abril. Otra vez, otro madrugón. Esta vez mi mirada se dirige al norte. Serán mis compañeros los que vengan también en esta dirección. Pese a la previsión nada halagüeña de los expertos del tiempo, y a la pesadez de alguno por insistir en la idea de que mojarse un poco puede suscitar problemas crónicos de salud, sífilis, gonorrea o parquedad de actividad cerebral; ni hemos despertado con nubes ni la mayoría de quienes querían asistir ha tenido miedo. Muy buena asistencia a la etapa, cosa que siempre es un punto muy favorable para el desarrollo de la misma. 

 

A partir de las siete y media de la mañana hemos ido llegando paulatinamente al aparcamiento situado en la cima del Desierto de las Palmas. Como curiosidad, ésta es la primera etapa en los veintiún años de historia de nuestra peña con inicio y final en alto. Resulta cuanto menos diferente y, en general, gusta, por dar un aire distinto a la jornada. Sabemos que no lo somos, pero parecemos ciclistas profesionales afrontando una etapa con perfil de diente de sierra en pleno Tour de Francia. La sensación de comenzar bajando hacia Benicàssim es una gozada. El Mediterráneo a nuestros pies desde una de sus montañas más míticas en la Comunidad Valenciana. Andamos sumidos entre el aura de libertad que proporciona el mar y la belleza de un parque natural que debe su nombre a la orden mendicante carmelita que ocupa su monasterio, la cual denomina los espacios dedicados al retiro espiritual "santos desiertos", y a la abundancia del palmito, única palmera endémica en Europa.

 

 

Nos reagrupamos en Benicàssim, ciudad que más de uno conoce por sus festivales musicales (un servidor entre ellos) y por su playa, pero pocos, muy pocos, por haber coronado la cima de su puerto por excelencia.

 

Algunos comienzan a despojarse de la ropa. Cruzamos la población y marcamos un ritmo muy pausado camino de Oropesa, Chevi, Fernando y yo, con la intención de no perder a nadie. Al menos, hasta tomar la carretera que conduce a Cabanes, es importante rodar todos juntos. Sin darnos cuenta, algunos se quedan descolgados. Rodamos a paso de tortuga, pero algún que otro erudito, en lugar de meter un buen grito a tiempo, prefiere ir con calma, explorar las calles de Oropesa - en el trazado de la etapa no es necesario visitar la Ciudad de Vacaciones por antonomasia -, lo cual causa un poco de desconcierto en el primer grupo. No obstante, paramos, llamamos por teléfono a los despistados y, una vez establecida la comunicación, comprendemos que andan perdidos por carreteras secundarias que finalmente confluirán con la nuestra; así que continuamos felizmente la marcha dejando atrás cualquier atisbo de desazón.

 

Me tomo la ascensión al puerto de Cabanes, al que también llamo Mas de la Costa, por un caserío con este nombre en la cima, con suma tranquilidad. Soy el único que ha subido antes el Monte Bartolo, y sé lo que me espera. Primero acompañando a Chelo; más tarde con Axel y Don Julián. La cuestión es no malgastar demasiadas fuerzas y afrontar con calma este primer escollo, cuya mayor dificultad se encuentra en su última rampa. Ya arriba, nos reunimos todos para formar de nuevo un grupo homogéneo hasta la base del siguiente puerto.

 

Desde allí, rodamos con paz y amor hasta Torre d'En Doménech, donde se iniciará el siguiente puerto de montaña de la jornada: Serratella. En este tramo, dos cosas a destacar: la amena conversación con Fernando y la aparición estelar de Carol y Toni, quienes nos esperaban en el camino.

 

La subida a Serratella no es excesivamente complicada: 15.2 kilómetros al 3.7% de pendiente media con un 10% de pendiente máxima. Si destaca por algo es precisamente por su longitud. Si desesperas, puede llegar a parecer interminable. No obstante, en buena compañía, como lo es la protagonizada por Carol y Aurelio entre otros, puede parecer incluso sencillo. Desde luego, mucho más que en la visita que realicé el año pasado, cuando las rachas de viento hacían casi imposible la ascensión. En esta ocasión, por suerte, se puede disfrutar de una subida tendida, conversando con buenos amigos y disfrutando del binomio montaña-Mediterráneo. Sensacionales vistas. 

 

 

Una vez arriba, decidimos bajar a Albocàsser. Los primeros no han esperado, y los últimos... ni se les ve. Ante esta circunstancia, mejor reagruparnos directamente en el lamuerzo, sin enfriarnos en la cima del puerto.

 

Ya en Albocàsser, nos enteramos del segundo infortunio de Chevi en dos años en las etapas reinas de abril. Poco antes de concluir la ascensión a Serratella, ha partido un radio de la rueda trasera. Pese a estar jodido, no lo neguemos, se toma la cosa con filosofía, y fruto de ello grabamos una serie de entrevistas en las que explica su exceso de potencia y demás chorradas que vienen a colación. El otro gran protagonista de las actuaciones cinematográficas es Fernando. Almuerzo correcto en cuanto a la vertiente gastronómica y perfecto por lo que respecta a la compañía y el cachondeo generalizado. Muy buen ambiente. ¿Qué más se puede pedir?

 

Tras el merecido refrigerio, nos cuesta arrancar. Nos quedaríamos allí bastante tiempo más, pero es cuestión de volver a casa algún día... Justo en la salida, coincidimos con un grupo bastante amplio de cicloturistas de bastantes nacionalidades diferentes con ganas de guerra, pero no entro al trapo, porque lo principal es que rodemos todos unidos hasta el desvío que nos conducirá al puerto de La Bandereta.

 

Se trata de un puerto muy distinto al primero. Mucho más corto, pero también más duro: 4.6 kilómetros al 6.7% de pendiente media con un 16% de pendiente máxima. Además, estos datos son bastante engañosos, al tratarse de una ascensión que propina rampas a base de latigazos, seguidas de otras más misericordiosas; pero el dolor de las primeras permanece y predomina sobre la relajación de las segundas. Subo el puerto con buenos amigos: Fernando y Julián Ramón, con quienes simulo un sprint al final en el que más bien nos peleamos por llegar los últimos; y también, cómo no, con mi querido David, quien no hace más que alucinar con las rampas que se van sucediendo. Me recuerda a la etapa que realizamos el año pasado en Mas del Moro, también con Alejandro. También los más jóvenes, a quien ya aclamé en mi última crónica, vuelven a ser protagonistas: Axel, siempre dicharachero, Josemi, siempre efectivo, acompañado de sus amigos con vetustos velocípedos y suma solvencia, y Miguel, cuya mayor sorpresa aún está por llegar. Sin embargo, si algo quiero destacar de este puerto es la reencarnación de Jimy en Lance Armstrong (por la cadencia, no por otros asuntos "oscuros"); sorprendiendo a propios y extraños con su perfecta aplicación del concepto molinillo. Ese treinta y dos de piñón hace maravillas. Impresionante evolución. Dicho sea de paso, el paisaje es espectacular. Tengo muchas ganas de volver a esta vertiente, a poder ser como senderista, puesto que a medida que subo el puerto me quedo anonadado por la visión panorámica y, sobre todo, por distintos caminantes haciendo camino al andar, a lo lejos, en medio de fantásticos cortados. Ya en la cima, aprovechamos para inmortalizar el momento, con la aparición estelar de Chevi, quien nunca pierde la sonrisa, aunque en este caso, ni se le vea. 

 

El tramo hasta Benlloch es perfecto para el disfrute del cicloturista. Vertiente similar a la ascendida en Serratella horas antes; esta bajada es larga y tendida, una sucesión de curvas amplias ideales para quienes gustan del arte del descenso. En mi caso, aprovecho para estar un ratito con Diego, con quien me entiendo muy bien en estos terrenos (y en todos), dado que no somos demasiado dados a las locuras. En honor a la verdad, los expertos acertaron. Nos caen cuatro gotas; pero tal cual suena, literalmente, cuatro.

 

 

 


Última actualización 09/05/2014 10:15:02

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  3. 3. Fotos
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