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Viaje a Dolomitas 2014

Increíble viaje a los dolomitas por los miembros de la peña con el fin de participar en la Maratona.

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Viaje a Dolomitas 2014: la fascinación por lo indescriptible. (5ª parte)

26 - Enero - 2015 en cicloturismo

Quinta parte de la crónica del viaje a Dolomitas. Maratona dles Dolomites: desde el Passo Pordoi hasta el Corvara Alta Badia (primer paso).


Tras el merecido deleite para los sentidos, llamémosle ciclísticamente orgásmico, en el Passo Pordoi, reanudamos la marcha como aquél que sabe que deja el Paraíso para no ir al Infierno precisamente. Quizás lo siguiente nos depare algo mejor.

Bajamos hasta Bivio Canazei sin prisa alguna. Conversando con otros aventureros españoles que cuentan con experiencia anterior en la Maratona dles Dolomites, nos mostramos escépticos ante sus afirmaciones. Sella y Gardena son los puertos más bonitos de la marcha, nos dicen. Pero, ¿acaso puede haber algo más bello que el Passo Pordoi? Este hombre exagera, pensamos. Con el transcurso de los kilómetros descubrimos que muy probablemente tiene razón. Resulta realmente complicado discernir cuál de todos es más precioso, algo así como para un melómano amante del rock tener que realizar una dichosa lista de canciones cuando tiene Bohemian Rhapsody, Stairway to Heaven, Space Oddity y A Day In the Life ante sí.

El primer avituallamiento en que paramos me permite ser más consciente si cabe de cuán internacional es este evento. Por primera vez en mi vida veo una ciclista japonesa conmigo, y otra de raza negra, brasileña, según creo recordar. Globalización al poder.

Sella es, en cuanto a números, pequeñito pero matón. 5.5 kilómetros con un 7.9% de pendiente media y un 12% de pendiente máxima. Tras Campolongo y Pordoi, y como antesala de Gardena, teniendo en cuenta que todos ellos están encadenados formando un perfil de diente de sierra, es un puerto que añade mucha dureza. Las piernas lo notan. Pesa en ellas.

Subo escoltado por Michelangelo, lugarteniente de lujo, siempre fiel. Prácticamente en todo momento acompañados de una muchacha italiana que no se despegaba de un radio de diez metros y, sobre todo, de un cicloturista local con el que hablamos de rutas en Valencia, tierra que conoce, nuestra tierra... y con el que nos pasamos de listos para su regocijo, tratando de hablar la lengua de Dario Fo con menos destreza que Raffaella Carra y Neck juntos en castellano. Al menos, acabamos aprendiendo que curva se dice tornante. Algo es algo.

Lo más curioso de todo es la presencia de unos apasionados artistas. Recordemos que estamos muy cerca de Austria, en la región del Süd Tirol. Igual que en Ayora aparecen bandas de música locales, esta gente va un poco más allá. Como si en Valencia aparecieran unas chicas vestidas de fallera tocando la dolçaina en medio de La Frontera, aquí nos honran con su presencia unos divertidos chicos que nos abren paso empleando cencerros y otros instrumentos de lo más variopinto a modo de fanfarria autóctona.



Tal como marca nuestro libro de ruta, especialmente el mío (a causa de las consabidas limitaciones habidas en el mes anterior), realizamos una ascensión tranquila, sin licencias para el desgaste innecesario de energías. Poco a poco, o piano piano, como diría nuestro amigo, llegamos a la cima del Passo Sella, donde obviamente nos detenemos un buen rato para inmortalizar el momento para la eternidad.




También este puerto ha sido Cima Coppi en el Giro de Italia, en dos ocasiones. La última edición fue precisamente la de 1998, con Marco Pantani como ganador tanto de la general como de este preciado galardón. El espíritu de nuestro venerado Pirata nos acompaña a lo largo de toda la marcha.

Estaríamos allí de por vida, o al menos hasta que caigan los primeros copos de nieve y corramos el riesgo de quedar incomunicados. Nos hacemos fotos. Las hacemos al resto. Miramos los colosos dolomíticos que nos rodean en un entorno espectacular, la carretera que acabamos de ascender... todo... Muy a nuestro pesar, nos lanzamos en el siguiente descenso. Lo marcan los cánones. Hay que seguir.

Pronto encadenamos este puerto con el Passo Gardena. Sus números llaman menos la atención: 5.8 kilómetros al 4.3% de pendiente media y un 10% de pendiente máxima. No obstante, el paisaje es tan espectacular como el del Passo Sella, y no se trata de una subida precisamente liviana, dado que un tramo de descanso intermedio enmascara la dureza real del puerto.

Es precisamente en este tramo donde pierdo de vista a Michelangelo. Se avanza un momento para hacer sus necesidades, creo, pero no le vuelvo a ver en la cima. Ando un poco desconcertado. ¿Le he adelatado sin darme cuenta? ¿Va por delante y me piensa esperar en el primer paso por meta, en Corvara Alta Badia? En cualquier caso, continúo allegro ma non troppo hasta la cima. El misterio se desvelará varios kilómetros después.


En la cima, me detengo y empleo unos minutos preciosos en esperar a Michelangelo. Al final, en parte desesperado, y en parte esperanzado por volverle a ver más tarde, acabo retomando la marcha no sin antes preguntarle a unos carabinieri por mi compañero. De paso, me tomaron unas cuantas fotografías más.



En la cima, me detengo y empleo unos minutos preciosos en esperar a Michelangelo. Al final, en parte desesperado, y en parte esperanzado por volverle a ver más tarde, acabo retomando la marcha no sin antes preguntarle a unos carabinieri por mi compañero. De paso, me tomaron unas cuantas fotografías más.

Decido bajar lento, por si Michelangelo llega por detrás, hasta la meta de Corvara Alta Badia. No son pocos los que toman la bifurcación que les conduce a la meta. Terminan así la Sellaronda, como llaman a la versión reducida de la Maratona dles Dolomites, con 55 kilómetros que así dicho pueden parecer poco, pero son más duros que muchas marchas enteras. Yo, lógicamente, tomo el camino de los que continúan. Mi sillín, por cierto, sigue ahí. De Michelangelo no sé nada, pero al menos me llevo la alegría de la pequeña ovación del público y de los piropos de unas guapísimas holandesas... Deben haber bebido ya unas cuantas cervezas, supongo.

Justo entonces, cuando estoy dispuesto a afrontar en solitario la segunda parte de la aventura, en las primeras rampas de la segunda ascensión a Campolongo, aparece por detrás el tan esperado Michelangelo. Por lo visto, le he pasado sin darnos cuenta en Gardena, y nos hemos estado esperando el uno al otro sin éxito hasta ahora. Por fortuna, el destino nos ha vuelto a unir. El sueño de la Maratona dles Dolomites continúa.


Última actualización 27/01/2015 0:18:14

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