Quincena de entrenamientos en la sombra

18 de febrero. He aprovechado este martes por la tarde para realizar una etapa con la bicicleta de montaña no demasiado complicada, llegando al puerto de Mestanza transitando previamente por la cuesta asfaltada que se abre entre los pinos de la Dehesa Boyal. Al volver a casa, he preferido rodar por sendas, mucho más divertidas, lejos de la circulación de vehículos. Jornada sin mucha historia, pero ideal para divertirse un rato entre semana. Lo mejor del día, sin duda, ha sido ver el arco iris por partida doble al mismo tiempo. Pequeños lujos de la naturaleza.

20 de febrero. Algo similar a la etapa del pasado martes, pero con un recorrido bien distinto. Me gusta mucho ir a la colina de la clarificadora. Los kilómetros previos constituyen un continuo sube y baja. Aunque no ha llovido tanto como otros años, el valle sigue estando bonito, bastante más de lo que se verá dentro de unos meses. Cada vez que me desvío hacia el camino que conduce a la pequeña cuesta, siempre me saluda el mismo perro juguetón al otro lado de la valla. En cuanto me incorporo a la subida, siempre tengo precaución con un tramo de empedrado suelto hasta que me adentro en la ascensión real. No es gran cosa porque es bastante corta, pero si aprietas los dientes, está muy bien para ir cogiendo la chispa adecuada... y no, no estoy escuchando Avalancha, sino a Faith No More en una famosa versión de Lionel Ritchie. La vuelta a Puertollano, a partir del Centro de Naturaleza de la Dehesa Boyal, es coser y cantar.

23 de febrero. Este fin de semana ha estado repleto de tareas que impedían salir en bicicleta. Al menos he podido sacar algo de tiempo para coger la bicicleta de carretera y realizar un entrenamiento medianamente decente. Mi intención era haber hecho una  etapa relativamente larga para ir cogiendo el fondo físico que me hará falta más tarde, pero tampoco hay prisa. No es cuestión de agobiarse. De momento, las circunstancias no lo permiten, mas hasta la Maratona dles Dolomites queda aún mucho. He dado mi tradicional vuelta por Hinojosas, Cabezarrubias, Navalromo y el Mirador de la Santa, con el regalito adicional del puerto de Pulido. Bonita sucesión de pequeños puertos con el famoso (en este blog) coloso local de Almodóvar del Campo como éxtasis final, con las duras rampas en la estrecha carretera entre olivos. Dura peregrinación, pero con sabor a satisfacción cuando alcanzas la cima. Me he encontrado bien, pero me gustaría haber tenido tiempo para hacer algo más. 

25 de febrero. Estaba muy cansado, y bastante he hecho con salir con el poco tiempo que tenía. He sacado ganas de donde no las había, y he dejado a Sheldon Cooper, muy a mi pesar, para dar una pequeña vuelta con la bicicleta de montaña. Subida a la colina del Parque El Terri. Apenas seiscientos metros, pero... ¡qué seiscientos metros! Me encanta el último tramo, con un curveo espectacular hasta llegar al pequeño altiplano desde el cual se divisa el pueblo, las numerosas minas, muchas de ellas ya abandonadas, y el dibujo de las pequeñas montañas que describen dientes de sierra por doquier.

1 de marzo. Parece mentira, pero hacía más de dos años que no subía el puerto de la variante este de Puertollano. Perfectamente asfaltado, y de una dificultad muy adecuada para estas alturas de la temporada. Debería frecuentarlo más. Lo peor de todo es que con tanta querencia por los puertos de montaña, uno casi no transita por la carretera que une Argamasilla de Calatrava y Villamayor. Me recuerda a mis inicios aquí. Me gusta especialmente. Hace años, hacía este tramo como parte de una ruta llana en la que medía mis fuerzas a modo de contrarreloj de unos treinta kilómetros. Algún día tendré que volver a probarlo. Es curioso que haya dejado de hacer lo que se me da algo mejor; es decir, salir a rodar fuerte por llano y terreno rompepiernas. Me animaré a hacerlo de vez en cuando. De esta carretera también guardo otros dos recuerdos. En la bici, que he pinchado allí quizás en demasiadas ocasiones, y todavía no sé muy bien por qué extraño motivo. En el coche, que la primera vez que vine a Puertollano, me desvié por allí (todavía no existía la autovía y estaba hasta las narices de un tractor y no sé cuántos remolques por la nacional) y la alternativa fue esperar a que se apartara un inmenso rebaño de ovejas. Como colofón final de la etapa, he subido de nuevo el Mirador de la Santa.

2 de marzo. Al fin una etapa en condiciones. Quería llegar reventado a casa, y lo he hecho. Realmente, la idea era ir a Fuencaliente, pero la soledad del corredor de fondo está reñida con un viento en contra dispuesto a acompañarte durante cincuenta kilómetros sin piedad. Así que he preferido subir por las dos vertientes Pulido para acabar desviándome de nuevo a Navalromo y, por una vez, no subir el Mirador de la Santa, sino hacer el recorrido de ayer en sentido inverso, dirigiéndome a Villamayor, Argamasilla de Calatrava, y la variante este. En ese trayecto, me he acordado de la Brevet 200 de Puertollano, en el que fue el estreno de Chevi como ciclomaratoniano. Fue este mismo fin de semana. Definitivamente, todavía estoy a años luz de la forma que tenía el año pasado. En parte por algunas circunstancias adversas, en parte por una planificación que requiere retrasar todo unas pocas semanas para aguantar el punto de forma hasta la Maratona. La cuestión es que he llegado agotado a la cima de esta variante, pero he parado un momento, he comido, y he decidido subir aunque fuera a rastras el puerto de Mestanza. Más que de fuerza física, he tirado de la mental para llegar a la cumbre. Ya sé que no es nada del otro mundo, pero a veces las pequeñas cosas resultan ser mucho más complicadas que otras más grandilocuentes. Empero, he acabado muy contento, ya que en casa he recuperado bastante mejor de lo esperado. Necesitaba algo como hoy para ir cogiendo confianza. Con esta etapa concluye un periplo de jornadas muy centradas en Puertollano. A partir de ahora, será más fácil motivarse con los nuevos retos y la variedad de rutas que tengo previstas en los próximos fines de semana.