LOGIN
http://www.rodadores.clubciclista.info

Fin de estancia en La Rioja con reminiscencias de la infancia

5 - Febrero - 2014 en cicloturismo

La ascensión a Altotero, en Poza de la Sal (Burgos), precedió a las etapas finales de la estancia en La Rioja (Carrascal-Cellorigo y Riscos de Bilibio).


9 de enero. Andaba uno detrás de subir a Altotero desde hace unos meses. Cuando el pasado mes de noviembre alcancé el puerto número doscientos del año, allá por La Mazorra y La Eme, me quedé con las ganas de visitarlo a la vuelta; si bien pasé relativamente cerca de Poza de la Sal, al regresar a Cihuri desde el precioso pueblo de Pesquera de Ebro.

 

Hace unos días estuvimos por Poza de la Sal, rincón privilegiado de la burgalesa comarca de La Bureba. Ciertamente, me fascina toda esta zona, así como la de Las Merindades, situada un poco más al norte. Pequeños municipios tales como Oña, Frías y el que nos ocupa constituyen auténticas joyas para quienes gusten de disfrutar con el turismo rural. A su vez, el entorno paisajístico tiene su encanto. Quizás sea en parte porque parece que se haya detenido el tiempo. Pequeños pueblos unidos por pequeñas carreteras; tierra casi virgen frente a la mezquindad que ocasiona a veces el progreso humano. Ocurre algo similar a lo que describe Lorenzo Silva en "El alquimista impaciente", en su caso refiriéndose a algunos pueblos de La Alcarria. Parece que se contruyan las autovías de manera que se destruya buena parte del encanto del paisaje, tal vez para que el conductor preste atención a la carretera y no a la belleza de lo que tiene a su lado. Al menos, eso cree el sargento Rubén Belvilacqua, quien acabó siendo Guardia Civil después de no triunfar precisamente con la carrera como psicólogo. En cierto modo, su método de investigación, basado más en parámetros intuitivos que en la cuadriculada ciencia, nos conduce al espíritu de valoración del afecto que uno puede sentir por un puerto de montaña no tanto por sus números sino por lo que tiene detrás, por lo que despierta en el corazón.

 

En ese sentido, Altotero transmite mucho más que lo que indican sus dígitos. 8.2 kilómetros al 5.5% de pendiente media y  11% de pendiente máxima, no parece demasiado. Empero, les aseguro, enamora. Quizás sea por el encanto de Poza de la Sal, probablemente uno de los pueblos más bellos e infravalorados turísticamente de la geografía nacional. Quizás sea por el sabor melancólico que destila, con el constante recuerdo a Félix Rodríguez de la Fuente allá donde vas. Quizás sea, simplemente, por la belleza de un paisaje que supone un majestuoso mirador de la comarca de La Bureba.

 

La villa de Poza de la Sal apenas sobrepasa los trescientos habitantes (doscientos cincuenta si descontamos  quienes viven en Castil de Lences y Lences de Bureba). Posee una muralla medieval que rodea casi en su totalidad el casco antiguo, con cinco metros de altura y dos metros de grosor. Su esplendor se debe fundamentalmente a sus salinas, situadas al pie de la población, si bien en la actualidad sólo tienen uso turístico. No debe el viajero tampoco desperdiciar la ocasión de visitar su castillo, construido en el siglo IX, precisamente camino de Altotero, desde el cual se divisa la magnífica imagen de los Montes Obarenes con suma claridad. Además, este pequeño pueblo y sus alrededores están repletos de continuas reminiscencias de Félix Rodríguez de la Fuente, posiblemente uno de los más afamados naturalistas del mundo, hijo de este lugar.

 

He aparcado a un lado de la carretera, en plena ascensión, junto a las salinas. Después de bajar en dirección a Llano de Bureva, para comenzar el puerto desde su inicio. En el propio pueblo y kilómetros siguientes, más o menos hasta el cruce con el camino que conduce al castillo, se concentran las rampas más exigentes con diferencia de este puerto. A partir de allí, presenta un tramo ciertamente liviano, incluso con algún pequeño descenso en la parte final, para volver a incrementar la dureza en el último sector, si bien de una manera algo más llevadera que al principio. Como curiosidad, no acaba en una cima desde la que se inicie un descenso vertiginoso precisamente, sino en un altiplano, un páramo con el uso de parque eólico para los preocupados por la energía, y de mirador de La Bureba para quienes no sólo degustan los horizontes de ciudades con rascacielos.

 

Arriba no se encuentra un cartel en la cima con el nombre del puerto... pero sí un inconfundible monumento homenaje a Félix Rodríguez de la Fuente, natural de Poza de la Sal, cuyo infortunio le llevó a fallecer precisamente el día en que cumplía cincuenta y dos años, muy lejos de allí, en Alaska.

 

 

La ventaja de andar con la bicicleta de montaña consiste precisamente en llegar a estos lugares y meterte por los caminos que te apetece sin tener que dar mayor explicación a tus cubiertas, ni tampoco tener que encomendarse a la virgen, ni a la patrona del pueblo, en este caso Nuestra Señora de Pedrajas, cosa que me recuerda por cierto al buen amigo que nos preparó el famoso vídeo conmemorativo del vigésimo aniversario de Rodadores.

 

Tras indagar un poco por aquí y otro poco por allá, me he decidido a iniciar el descenso, divisando con calma las vistas que ofrece Altotero, camino de Poza de la Sal.

 

 

Al llegar al cruce del castillo, no he podido evitar desviarme para transitar por pequeños caminos de tierra y tener otra perspectiva diferente del paisaje.

 

De vuelta hacia el castillo, en lugar de regresar por la carretera, he curioseado un poco más bajando directamento por caminos, sendas, escaleras y demás al pueblo, atravesando lo que queda del palacio, y las preciosas callejuelas del municipio. Obviamente, la ruta turística no se iba a quedar ahí. Ya puestos, he bajado a las salinas, para darles una vuelta tranquila hasta volver finalmente al coche.

 

Ruta corta, pero sencillamente preciosa. Con días como éste, uno no puede negar que el cicloturismo es una herramienta fascinante para evadirse del día a día de la vida, y enriquecerse espiritual y culturalmente en muchos rincones de nuestra geografía.

 

11 de enero. La ruta de hoy se ha iniciado de manera inversa a la de hace unos días. Es decir, he subido El Carrascal desde Sajazarra, por caminos de tierra, y Cellorigo desde Galbárruli, en sentido contrario a la famosa etapa del barrizal en los viñedos. Me había planteado ir a Trigaza (CIMA próximo, en la provincia de Burgos), pero lo he desestimado por la posible presencia de nieve. Lo dejo para mejor ocasión.

 

Ascensiones aparte, la etapa ha estado protagonizada por el paso por tres ermitas: Santa María de Cillas (Sajazarra), Sorejana (Cuzcurrita del Río Tirón) y Tironcillo (Cihuri).

 

El inicio de la etapa ha estado protagonizado de nuevo por la niebla. Afortunadamente, con el paso del tiempo, la situación ha mejorado y se ha vuelto bastante más agradable. Quizás sea por el desconocimiento - era la primera vez que lo subía por esta vertiente-, o tal vez por la dificultad para ver el final a causa de la niebla, El Carrascal me ha parecido mucho más duro que muchos puertos que habitualmente subo en carretera. Supongo que volveré pronto, ya que me he quedado con las ganas de disfrutarlo con la posibilidad de divisar los Montes Obarenes en el horizonte. Tan espesa era la niebla por momentos, que andaba un poco perdido y al llegar a Galbárruli, he tardado un poco en reconocerlo.

 

Afortunadamente, a partir del descenso de Cellorigo, la situación ha cambiado a mejor. Alternando la conocida carretera asfaltada y distintas sendas y pistas forestales, he llegado a Cuzcurrita, tras haber tenido la suerte de ver a siete cervatillas a lo largo del camino. Me miraban expectantes, quietas, para disimular su presencia, hasta que decidían huir encarecidamente de mí. Si se comportan así será porque el instinto animal no engaña... Algo tendremos los humanos para que nuestros vecinos en la naturaleza salgan corriendo en cuanto nos ven.

 

Ya en Cuzcurrita, iluso de mí pensaba que había alguna fiesta patronal por la música que se escuchaba desde las afueras. Nada más lejos de la realidad... Un entierro. ¡Vaya papelón! He tratado de no llamar la atención. Debía ser alguien muy importante en el pueblo, porque éste se había echado literalmente a la calle; pero he preferido no indagar y dirigirme con sigilo a la ermita de Sorejana, para después subir la Cuesta de San Juan. Quienes son habituales de este blog no encontrarán desconocidos estos nombres. De vuelta a Cuzcurrita en sentido circular, más cervatillas y desvío entre callejuelas secundarias para evitar incordiar.

 

He vuelto a Cihuri por Tirgo; esta vez apretando los dientes para llegar a una hora razonable a casa. La verdad es que me he encontrado muy bien. La cosa avanza.

 

12 de enero. Hoy ha acabado mi estancia en La Rioja. Esta vez, he aprovechado la mañana para hacer una pequeña etapa circular, dirigiéndome inicialmente a Haro, para después visitar los Riscos de Bilibio, junto a la autopista que une Logroño con Bilbao, si bien llegando hasta ellos por unos caminos estrechos apenas transitados; en compañía de cazadores, senderistas y poco más. 1.5 kilómetros al 6% no dicen mucho; pero les puedo asegurar que las rampas finales son tremendamente exigentes.

 

En lugar de regresar por donde conozco, me he decidido a explorar la zona para transitar continuamente por caminos de tierra en dirección a Anguciana, un bonito pueblo situado entre Cihuri y Haro. Por fortuna, he encontrado otro cicloturista de Casalarreina en Villalba de Rioja que me ha indicado exactamente cómo llegar a mi destino. Supongo que lo habría encontrado por intuición, pero me ha facilitado mucho la ruta. Entre viñedos pertenecientes a conocidas bodegas - por algo estamos en la Capital del Rioja - y continuos vaivenes con algunos repechos de aúpa que bien recordaban a las clásicas belgas, he llegado a Anguciana, para dirigirme finalmente a Cihuri por el paseo asfaltado que los une.

 

Es hora de volver a la rutina. Sé que en ocasiones puedo parecer discípulo de Nicolas Chauvin en versión valenciana, pero saben ustedes que a un servidor le gusta disfrutar de cada uno de los sitios que visita. En especial, guardo especial recuerdo de Soria y La Rioja. Tanto es así, que algún día espero retirarme y vivir a caballo entre mi tierra y estos lugares. Ya lo comenté en el primer capítulo de este año, La Rioja no necesita nada especial para hacerte feliz, porque ella en sí misma es especial. Cuento los días que faltan para volver...

 

 

 

 


Última actualización 07/02/2014 1:25:45


ACEPTARRECHAZARUtilizamos cookies propias y de terceros con la finalidad de optimizar la navegación y obtener estadísticas que nos permitan mejorar los servicios prestados a través de esta página.. Más información
(c) 2024. Este site está creado con Barracus Framework, un producto de elequipoe.com(c) 2024. NCMS, Eleva Tu Punto De Vista  | Aviso Legal/Política de privacidad