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... porque yo nací en el Mediterráneo.

26 - Noviembre - 2013 en cicloturismo

Otra manera de conocer el Pico del Águila, una parada en La Morruda y el regreso al Garbí por Segart años después...


Hablaba en el último capítulo del Mediterráneo. Como no tengo el arte de Serrat, no disfrutaré del placer de hacer historia con un ritmo sincopado a base de cinco golpes de negra por cada compás. Me dedico a la música muy de vez en cuando con un éxito muy dispar y, en la bicicleta, que es lo que nos ocupa, intento mantener una cadencia uniforme, aunque no siempre lo consiga. Eso es todo lo que puedo hacer. Nunca seré un poeta como el genio de Poble Sec, pero mi niñez también sigue jugando en playas bañadas por el mismo mar. Es por ello que, siempre que puedo, acabo estando cerca del mar... porque yo nací en el Mediterráneo.

 

Después de vivir mil aventuras en las semanas anteriores en lugares que amo profundamente, como Pirineos y La Rioja, regresé a la vida normal. Se acabaron las vacaciones, pero no por ello las jornadas de ciclismo del bueno. Enseguida regresé a mi tierra, a la misma que cantaba en su caso Don Luis Manuel Ferri hace más de cuarenta años. Tierra de sol, de montañas, de palmeras, de naranjos...

 

Pues bien, allí acabé en cuanto pude, y allí protagonicé otras etapas más que interesantes. Muy tranquilas, en solitario. Me apetecía una pequeña desconexión de todo cuanto me rodeaba a nivel de parafernalia relacionada con actos más o menos multitudinarios. Supongo que John Lennon tendría un pensamiento similar cuando abandonó las barrocas experimentaciones de las canciones de estudio de la última época de The Beatles para adentrarse en un mundo aparentemente más sencillo, más introspectivo, más personal, en discos tales como "John Lennon/Plastic Ono Band" o "Imagine". Discos en los que con tres acordes podía llegar a componer canciones maravillosas. Disculpen la impertinencia o la aparente pretensión. Para nada me comparo con semejante GENIO en lo que él consiguió. No le llegaré a la suela de los zapatos jamás... pero es una manera de explicar cómo me sentía por aquel entonces.

 

Aproveché el puente del 15 de agosto para reencontrarme con la belleza de lo sencillo. Porque a veces es lo más hermoso. Dejé aparcada la bicicleta de carretera para cambiar totalmente de aires. Tenía ganas de volver a las pistas forestales, a caminos con piedras, y a la sensación de navegar sobre ruedas gruesas con tacos. No piensen ustedes que eso significaba abandonar por completo el asfalto, sino más bien compartirlo.

 

Disfruté como un niño con zapatos nuevos en el Povitxol, pequeña colina cercana a Quart de les Valls. También visité de nuevo El Murtal, una exigente ascensión situada enfrente del pueblo de Segart. Tengo el placer de haber despertado el interés de algunas personas en ascensiones que, si bien no he descubierto yo como si de Colón, Cortés o Pizarro se tratara, sí que he podido explorarlas y darlas a conocer a gente que no sabía de su existencia hasta entonces. Gente que, en algunos casos, me supera y confecciona perfiles muy detallados de las mismas. Pues bien, El Murtal es una subida que te hace sufrir, en la que tienes que apretar los dientes y, en algunos casos, mantener la calma para no sentirse amenazado en la ya famosa "curva de los perros" (inofensivos, siempre aparece una manada ladrando en uno de los últimos chalets, al otro lado de la valla). En ocasiones el asfalto es algo irregular, por lo que hay que tener especial cuidado en el descenso. No espere nadie una alfombra roja, pero me da la risa cuando pienso en Octave Lapize y las exigencias que tenemos un siglo después.

 

 

 

No obstante, la gran etapa del puente tuvo lugar desde Geldo, una pequeña localidad muy próxima a Segorbe. Como casi siempre, las mejores cosas no están previstas, y me dirigí sin mayor rumbo que el de buscar Mas En Ferrer, una masía a la que había acudido con Rodadores hace ya muchos años. "Pensat i fet", acabé desviándome al Pico del Águila desde la Finca El Gabacho, a mitad camino entre Geldo y Mas En Ferrer. Opté por este trayecto sin conocerlo y, para mi desgracia, parece ser que es uno de los más duros por los que se puede llegar al destino. Fui alternando caminos hormigonados, pistas forestales, sendas, incluso tramos estrechos y complicados, rodeado de cañas y de una frondosa vegetación. Fue una fabulosa aventura para quien procede del mundo de la carretera. Descubrí el Pico del Águila de una manera diferente a la que había conocido hasta ahora. Años y años yendo en bicicleta para encontrarme medio perdido, en la ladera opuesta a la que habitualmente frecuento, con sensación de inquietud por lo desconocido. Maravilloso.

 

 

 

Acabé en cualquier lugar. No sé si podría repetirlo. Supongo que sí. A veces, la memoria sorprende, aún en personas de parca inteligencia. El caso es que comencé un descenso que sin cuidado podría haber sido vertiginoso, pero con la mayor de las precauciones, para acabar en Gátova y, sin bromas, tener dudas incluso acerca de la identidad del pueblo. Estaba casi seguro de no haberme equivocado, pero no estuve tranquilo hasta que no llegué a su famosa fuente. Con cierta celeridad, me dirigí a la piscina, donde sabía que a buen seguro iban a estar mis amigos de Rodadores. Así era. Fue una alegría tremenda volver a conocer con gente fabulosa como Alejandro, Cento, Carol, Vicente Martínez y demás. Fue una pequeñísima ración de Rodadores a modo de delicatessen. Por aquel entonces, yo ya tenía decidido lo de mi dimisión, pero no era momento ni lugar para anunciarlo. La alegría contrastaba con la pena, porque al fin y al cabo, también suponía dejar atrás muchas cosas compartidas con personas como las antes citadas y muchas más, pero no había vuelta atrás.

 

En cuanto acabó el almuerzo, volvimos a separarnos. Los Rodadores volvían a Valencia por Olocau, y yo me dirigía al Pico del Águila por el camino habitual. El asfalto me pareció una delicia, y esta parte del puerto una subida muy liviana en comparación con lo que acababa de sufrir.

 

Comencé el descenso hacia Segorbe, pero poco antes de llegar a la capital del Alto Palancia, me desvié hacia Mas En Ferrer por una carretera por la que no había pasado nunca. Entre unas cosas y otras, acabé de nuevo en la Finca El Gabacho (curioso nombre, no se lo he puesto yo...), llegando finalmente después de numerosos repechos en un terreno generalmente ascendente a la famosa masía.

 

Muy cerca, al volver, me detuve en La Morruda. Se trata de un monumento natural de La Calderona. Una olivera milenaria del aspecto curioso por el que recibe tal nombre. Además, aproveché para fotografiar algunas pequeñas lagunas que iba encontrando por el camino. Estas excursiones a mi aire me encantan para acabar explorando nuevos lugares y disfrutar de la belleza intrínseca de lo aparentemente sencillo. John Lennon tenía toda la razón.

 

 

La semana siguiente, volví a salir por Puertollano. Ya casi ni me acordaba del puerto de Mestanza. ¿Cuántas veces lo habré subido este año? Infinitas... El sábado volví a Valencia y, en la línea de lo antes comentado, continué con mi particular refugio en la sencillez para continuar disfrutando del deporte que me apasiona. Otra vez de paseo, me fui al Garbí desde Albalat dels Tarongers, es decir, por Segart. Echando la vista atrás, hacía muchos años que no pasaba por allí. Las comparaciones son odiosas, pero me gusta más que La Frontera, subida que en los últimos años le ha restado protagonismo. Sí, por Segart encontramos descansos, pero también rampas mucho más exigentes. En cualquier caso, el paisaje es por momentos realmente bello. Te traslada a la esencia de la Calderona. Carretera más estrecha, rodeado de arboleda... Con los desarrollos que llevamos en la actualidad, y las bicicletas mucho más ligeras, no debería haber tanto miedo para afrontar una subida así. Dura, pero se disfruta.

 

Entre unas cosas y otras, el vicio pudo conmigo, y acabé subiendo las Antenas del Garbí (en un estado cada vez peor, agradecí acudir con la bicicleta de montaña), bajé al Oronet, y ascendí de nuevo, para volver al coche, no sin antes coronar el Castell de Beselga. Me encontraba realmente bien. Tal vez el viaje a Pirineos no me había venido nada mal.

 

 

 


Última actualización 26/11/2013 23:26:57


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