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Viaje a Dolomitas 2014

Increíble viaje a los dolomitas por los miembros de la peña con el fin de participar en la Maratona.

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Viaje a Dolomitas 2014: la fascinación por lo indescriptible. (1ª parte)

27 - Diciembre - 2014 en cicloturismo

Primera parte: Crónica del viaje de Valencia a Treviso.


Sábado 5 de julio. Tras varias semanas de incertidumbre, puedo respirar tranquilo. Amanezco en Valencia. Signo inequívoco de que el sueño va a hacerse realidad. ¡Nos vamos a los Dolomitas!

Hace tiempo que planeamos este viaje, Miguel Ángel y yo. Esta vez, lejos de los focos y de las multitudes. Esta experiencia es más corta e intensa que la de años anteriores en Alpes y Pirineos. Se gestó así, y la cosa fue de libro. Motivos personales había para ello y todo salió a pedir de boca, como se verá a medida que avance el relato. La clave, al fin y al cabo, está en el Mür dl Giat y en la llegada a meta en Corvara Alta Badia. Eso explica todo el viaje, lo sintetiza en unas pocas líneas. Las mismas que dan sentido a la mayor alegría en mi vida como ciclista. En cualquier caso, no nos avancemos.

Como otros años, tengo el placer de viajar con mi padre. Placer, lujo y honor. A las nueve de la mañana cargamos nuestros bártulos en el monovolumen de mi cuñado, quien tuvo la gentileza de llevarnos al aeropuerto. Una vez allí, descargo la supermaleta Massi que contiene mi bicicleta, con la que resulta imposible no llamar la atención. También el resto de equipaje, mucho más modesto. Entro con mi padre al aeropuerto, donde esperamos la llegada del "Gran Héroe", Miguel Ángel Granero. A partir de ahí, todo es más o menos previsible. Conversación animada, facturación, almuerzo... Tan sólo destacaré que el hecho de viajar en avión es todo un acierto. Me sorprende el trato de Ryanair para con el equipaje deportivo. Hace años tuve una experiencia no muy agradable en un vuelo a Bratislava como viajero "normal". Sin embargo, en honor a la verdad, nos tratan las maletas Massi y, por ende, nuestras bicicletas, con mucho cariño. Por separado del resto y con cuidado. Es un acierto enorme haber recurrido a este medio de transporte. Ganamos en comodidad y, al fin y al cabo, no hay que ver el dinero que han costado las maletas como un gasto, sino más bien una inversión a largo plazo. No será éste el último viaje que hagamos precisamente.

Ya en el avión, estamos muy a gusto. Tenemos la suerte de poder estirar las piernas y estar de charla con las azafatas casi todo el viaje. Incluso pasamos a ver al piloto. Todo esto no es casualidad, sino más bien fruto de haber reservado las cosas con suficiente antelación y, por supuesto, ser unos chicos muy majos. Trato de descansar en el avión entre revistas de ciclismo y "La verdad sobre el caso Savolta" del maestro Eduardo Mendoza, si bien en esta ocasión hago poco caso a la literatura y mucho a la observación de Valencia desde el cielo, a adivinar la distribución de los pueblos alrededor de Sagunto y la Serra Calderona, a divisar la Costa Brava, las playas del Mediterráneo francés, las majestuosas montañas dolomíticas y, por último, la belleza intrínseca de una de las ciudades más bonitas y peculiares del mundo: Venecia.



De este modo, sin comerlo ni beberlo, llegamos a Treviso, aeropuerto muy próximo a "La Serenissima", como se conoce en Italia a la capital de los canales y las góndolas. Con satisfacción, comprobamos que nuestros equipajes y, fundamentalmente, nuestras bicicletas, están en perfectas condiciones. Por mucha tranquilidad y confianza que se tenga en el servicio, es imposible evitar el hormigueo previo a la recepción de nuestros preciados tesoros. 

El aeropuerto de Treviso es muy pequeño, pero muy útil al fin y al cabo para el uso que le debemos dar. Todo muy familiar. Eso sí, con buen tráfico de pasajeros, no como los numerosos ejemplos que podríamos citar en España. En teoría, debe haber un señor esperándonos a nuestra llegada, supongo que con un cartel de "Miguel Ángel Granero", que fue quien formalizó la reserva de la furgocaravana. Nada de nada. Ni por ese nombre, ni por el mío, ni como "Taradi dl Dolomites", ni "Michelangelo della Grana", ni "Vincenzo Lupini" ni nada que se le parezca. Surgen los nervios. ¿Dónde carajo está? ¿Dónde se ha metido?

Tras un sinfín de preguntas en las diversas recepciones que iba encontrando por el camino, de llamadas a un teléfono que venía a ser una centralita indicando que operaba de lunes a viernes, y de largos paseos a un aparcamiento del aeropuerto, llega sonriente el hombre que nos va a explicar cómo funciona la furgocaravana. En un instante se secan los fríos sudores que embadurnan nuestros cuerpos. Por lo visto, el hombre ha llegado a su hora, pero nosotros somos muy impacientes. El caso es que de una manera muy dicharachera nos muestra la furgocaravana y sus utilidades. Por suerte, era de cuatro personas, porque de esa manera podemos meternos tres y las dos bicicletas. Está perfectamente equipada. Camas, mesas, muebles, armarios... parece mentira que sea posible condensar tantas cosas en tan poco espacio y llevarlas a cuestas en un vehículo.

Con permiso de nuestro amigo italiano, utilizamos su teléfono móvil para avisar a la organización de nuestro retraso sobre la hora prevista. Sólo así te permiten recoger los dorsales al día siguiente. Es éste el sencillo motivo que explica que no leamos nada acerca de los límites de tiempo para hacer cada recorrido de la marcha, algo que tendrá su incidencia en el devenir de la marcha. Arrancamos. ¡Bufff! ¡Nos vamos con el móvil del colega! ¡Menos mal que nos hemos cerciorado enseguida! Paramos, y se lo devolvemos entre risas. Ya nos veremos el martes. ¡Hasta luego!

Esperaba una conducción tan brutal por parte de los italianos, habiendo visto hace años cómo se las gastaban en Roma, que sus adelantamientos por línea continua me parecen de lo más cívico. Definitivamente, en el norte son más respetuosos con las normas de tráfico, aunque me cueste convencer a Miguel Ángel de ello.

Nos detenemos en un supermercado. Hacemos una macrocompra de la que muchas cosas nos acabarán sobrando. No tenemos medida. De todos modos, me quedo con unas mermeladas maravillosas que hasta hace poco han hecho las delicias en mi nevera y, sobre todo, con el primer regalo para mi futuro bebé (en el momento de escribir este relato, ya actual): ¡unos maravillosos pañales de los Dolomitas!

Cargamos la compra en la furgocaravana y... ¡rumbo a Corvara Alta Badia! ¡La Maratona dles Dolomites nos espera!





Última actualización 15/04/2015 10:02:25

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